En la sucursal de un banco en el barrio de Palermo, un señor irrumpe en el salón y encara desencajado al recepcionista:
- Quiero hablar con el gerente. Espetó el señor con voz nerviosa y entrecortada.
- Buen día señor. El gerente en este momento no se encuentra. ¿en que lo puedo ayudar?
- Ayer por la noche vine a sacar plata del cajero. Puse mi tarjeta, hice toda la operación, el cajero me devolvió la tarjeta y no salió la plata. Pero en el saldo figura descontado. Son 900 pesos. Dejé todo asentado en el libro que está a disposición de los clientes.
- Y usted señor ¿es cliente de éste banco?
- No, pero fue acá en donde hice la operación.
- Si pero tiene que hacer el reclamo a su banco, éste se comunicará con la empresa de los Cajeros, quien a su vez nos hará el pedido correspondiente a nosotros.
Segundos después el banco era un escándalo.
El señor damnificado gritaba como un desaforado, gesticulaba, llamaba por teléfono, volvía a gritar. Miraba a su alrededor buscando apoyo de los otros clientes. Estaba totalmente fuera de si y sus gritos comenzaron a incluir insultos. Cada tanto pronunciaba una palabra que llamó mi atención y mis recuerdos:
Esto es una “argentinada”, una auténtica “argentinada”. Decía.
El empelado de seguridad, que observaba la escena con atención, entendió que era su “momento”, lo tomó muy firme del brazo y lo llevó hacia una oficina privada. Treinta minutos después, el señor salió de esa oficina y se sentó junto a mi en los bancos de espera. Si, yo todavía estaba esperando.
- ¿De que banco es tu tarjeta? Le pregunté. - Del exterior, me contestó sin mirarme. Vivo en el exterior y estoy por muy pocos días en el país.
Y volví a pensar en eso de la “argentinada”.
Cuando vivía en el exterior, a fines de los 80, era común escuchar ese término. Pariente del más popular y conocido “sudaca” y tan despectivo como aquel, la “argentinada” era antónimo de argentinidad, tenía una clara connotación negativa.
A diferencia del “sudaca”, que refería al sujeto proveniente de Sudamérica, la “argentinada” se refería al acto de hacer algo típico de la argentina, y por supuesto ese algo era una avivada, una piolada, una chantada. Expresión muy utilizada por los propios residentes argentinos en el exterior. En realidad vivir afuera requería de ciertos trucos que dieran la tranquilidad de estar haciendo lo correcto. Lo chanta en oposición a lo serio, los chorros en oposición a los honestos, los inescrupulosos en oposición a los respetuosos de las leyes.
Ahora me resulta extraña esa expresión. Al fin y al cabo todo es relativo. Sólo hace falta ver lo que está ocurriendo allá afuera, en el mundo al que con tanto respeto y sin ningún cuestionamiento nos acostumbramos a llamar “desarrollado”. La quiebra del sistema financiero americano a partir de las subprimes, las corridas de policías persiguiendo y disparando contra manifestantes (asesinando a algunos de ellos) en Atenas, el recorte de beneficios sociales a la población en general y el sueldos a empleados públicos en España, la huelga general del próximo Septiembre… nos agarran de los hombros y nos sacuden. Nos espabilan un poco.
Escuchar la expresión “argentinada” de boca de este señor me resultó vacía de contenido.
Tal vez en los 80`s también estaba vacía de contenido, pero acaso no nos dábamos cuenta.
Publicado por Manuel Sbdar.
http://weblogs.clarin.com/management-y-negocios/
Con el paso del tiempo, las expresiones dejan de ser lo que fueron o representaron para convertirse o representar otra cosa...con la palabra ARGENTINADA ocurre exactamente lo mismo. Solo que alli, no sería meramente una palabra mas, sino que denotando una actitud (siempre negativa, obvio) de todo un pueblo donde la gran mayoría no tienen nada que ver. Como sea, huele a preconcepto, en lo 80 en los 90 y en el 2000 tambien....chan chan..
ResponderExcluirGRANDE ROOTS, ACERCANDONOS UN CACHO DE CULTURA....
ResponderExcluir